domingo, 13 de septiembre de 2020

Cuento de Hansel y Gretel

Hansel y Gretel están perdidos en el bosque, tienen hambre, frío y miedo. 

Se encuentran una casa hecha de barquillo, dulce y chocolate. 

Lo malo es que la dueña de la casa es una bruja...¿Cómo se las arreglarán los niños para salir de esta encrucijada?


Había una vez un leñador que vivía con su esposa y sus dos niños, Hansel y Gretel, a la entrada del bosque. Eran tan pobres que con frecuencia no tenían nada que comer.

-¿Qué vamos a hacer? –preguntó un día el leñador-.

–Tendremos que abandonarlos en el bosque- dijo su esposa-. Alguien los encontrará y los cuidará.

Con el corazón roto, el leñador y su esposa acordaron conducir a los niños al bosque al día siguiente. Los niños, que no se habían dormido todavía, escucharon la conversación. Cuando Gretel comprendió lo que les esperaba, rompió en llanto. Su hermano Hansel la consoló. 

–No llores, hermanita – dijo Hansel, abrazándola-. Tengo un plan. Ya vas a ver que todo saldrá bien.

Esa noche, después de que todos dormían, Hansel puso su plan en acción. Sigilosamente salió de la casa y llenó sus bolsillos de guijas, unas piedrecitas brillantes. Luego, así como salió, volvió a su cama.

Al día siguiente, muy temprano, el leñador y su esposa condujeron a los niños al bosque. Cuando se internaron en la espesura, Hansel comenzó a dejar caer guijas por el camino. Después de mucho caminar, el leñador hizo fuego y dijo a los niños que esperaran allí. Hansel y Gretel, que estaban rendidos, se quedaron dormidos al instante.

Cuando el fuego se apagó, los niños se despertaron con frío. Gretel tenía mucho miedo.

–Quédate tranquila, Gretel- dijo Hansel-. ¡Vamos a regresar a casa! 

A la luz de la luna, los niños siguieron el camino que había marcado Hansel con sus guijas, hasta llegar a casa. Aunque los padres se emocionaron al ver a sus hijos, sabían que los niños no podían quedarse… Esa noche, Hansel quiso volver a salir para recoger más guijas, pero la puerta de la casa estaba cerrada con llave.

Al otro día, el leñador, su esposa y los niños volvieron al bosque. Esta vez, Hansel marcó el camino con lo que encontró antes de salir: migas de pan. 

Cuando se encontraban bastante lejos, el leñador dijo a los niños que esperaran allí.

Cuando anocheció y el leñador no había aparecido, los niños, tomados de la mano, esperaron que saliera la luna a iluminar el camino para regresar. Desafortunadamente, los pajaritos se habían comido el rastro de migas de pan. Los niños, temblando de miedo y de frío, tuvieron que pasar la noche al pie de un gran árbol.

Al  amanecer, Hansel y Gretel trataron en vano de encontrar una ruta que los llevara de regreso a casa. Tenían frío, hambre, estaban cansados y totalmente desorientados. De repente, oyeron el hermoso canto de un pajarito y queriendo seguir la melodía, llegaron hasta un claro del bosque.

-¡Mira, Hansel! ¡Una casita de dulce! –exclamó Gretel-. ¡Debo estar soñando! 

Los niños se acercaron a la casa y vieron que el techo era de chocolate y las ventanas de barquillo.

En el jardín crecían dulces de todo tipo y la entrada de la casa era de galletas. Los niños, que tenían un hambre atroz, no dudaron en probar todas esas delicias.

–Mmmm, ¡esto es delicioso! –masculló Gretel, mientras mordisqueaba un pedazo de barquillo.

Unos minutos más tarde, una voz que venía del interior de la casa sorprendió a los niños. 

-¿Quién se come mi casa? –repitió una anciana que ahora se encontraba en la puerta-. ¡Oh, son unos niños! Pasen. 

Una vez adentro, los niños comieron  a sus anchas. Luego, la anciana los acostó en una cómoda cama. Satisfecha el hambre y sintiéndose a salvo, los niños no tardaron en dormirse.

Lamentablemente, las cosas tomaron otro rumbo al día siguiente. Antes de que los niños se despertaran, la anciana sacó a Hansel de la cama y lo encerró en una jaula en el sótano. 

Luego, agarró a Gretel de un brazo y le dijo que tendría que ayudarle a engordar a su hermano. Los niños, aterrorizados, comprendieron que la anciana era en realidad una bruja.

Día tras día, Gretel se vio obligada a preparar copiosas comidas. Cada noche, la bruja pedía a Hansel que le mostrara el dedo meñique para ver si había engordado. En vez del dedo, el niño le tendía un hueso de pollo… 

Hansel se había dado cuenta de que la bruja no veía bien. 

-¡Estás demasiado flaco todavía!- vociferaba la bruja, impaciente.

Por fin, una mañana en que Gretel trabajaba en la cocina, la malvada bruja anunció: 

-Hoy es el gran día. Gretel, pásame la marmita más grande. 

Gretel comprendió lo que iba a ocurrir y supo que tenía que encontrar una manera de salvar a su hermano. 

Entonces, cuando vio que la bruja se agachaba frente al horno encendido para avivar el fuego, Gretel la empujó dentro del horno.

Enseguida, Gretel corrió al sótano a liberar a su hermano. Los niños, felices, llenaron dos grandes cestas de comida. Luego, explorando la casa, encontraron un enorme huevo se rompió dejando al descubierto toda clase de piedras preciosas, que los hermanos llevaron consigo. 

-¡Vámonos a casa, hermanita!- dijo Hansel.

Hansel y Gretel se internaron en el bosque y, por fortuna, tomaron un sendero que los condujo a la casa de sus padres. El leñador y su esposa lloraron de alegría al ver a los niños.

-¡Qué falta nos han hecho!- exclamaron. 

Después de los estrechos abrazos y exclamaciones de júbilo, Hansel y Gretel se pusieron a contar su aventura. Gracias al tesoro de la malvada bruja, a la familia no le volvió a faltar nada y unidos vivieron felices para siempre.

Fin




 

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