El siguiente cuento nos presenta a una linda chica
que a pesar de tener dificultades para lograr sus sueños pudo conseguirlos y
tener una vida feliz al lado de su amado príncipe o rey que se enamoró de ella.
Todo eso solo por un zapato.
Hubo una vez una joven muy bella que no tenía
padres, sino madrastra, una viuda impertinente con dos hijas a la cual más fea.
Era ella quien hacía los trabajos más duros de la casa y como sus vestidos
estaban siempre tan manchados de ceniza, que todos la llamaban Cenicienta.
Un día el rey de aquel país (ficticio o desconocido)
que iba a dar una gran fiesta a la que invitaba a todas las jóvenes casaderas
del reino. – Tú Cenicienta no irás. – dijo la madrastra – Te quedarás en casa
fregando el suelo y preparando la cena para cuando volvamos.
Llegó el día del baile y Cenicienta apesadumbrada
vio partir a sus hermanastras hacía el palacio real. Cuando se encontró sola en
la cocina no pudo reprimir sus sollozos. - ¿Por qué seré tan desgraciada? –
exclamó. De pronto se le apareció su hada madrina.
No te preocupes – exclamó el Hada madrina – tú
también podrás ir al baile, pero con una condición, que cuando el reloj de
palacio dé las doce campanadas tendrás que regresar sin falta. Y tocándola con
su varita mágica (sin decir Bibidi Babidi Boo como en Disney) la transformó en
una maravillosa joven.
La llegada de Cenicienta al palacio del rey causó
una honda admiración por parte de toda la gente que estaba ahí. Al entrar en la
sala de baile, el joven rey quedó tan prendido de su belleza que bailó con ella
toda la noche. Sus hermanastras no la reconocieron y se preguntaban quien sería
aquella joven.
En medio de tanta felicidad Cenicienta oyó sonar el reloj del palacio las doce. - ¡Oh, dios mío! ¡Tengo que irme! – exclamó. Como una exhalación atravesó el salón y bajó la escalinata perdiendo en su huída un zapato que el rey lo recogió asombrado.
En medio de tanta felicidad Cenicienta oyó sonar el reloj del palacio las doce. - ¡Oh, dios mío! ¡Tengo que irme! – exclamó. Como una exhalación atravesó el salón y bajó la escalinata perdiendo en su huída un zapato que el rey lo recogió asombrado.
Para encontrar a la bella joven, el rey ideó un
plan. Se casaría con aquella que pudiera calzarse el zapato. Envió a sus
heraldos a recorrer todo el reino. Las doncellas se lo probaban en vano, pues
no había ni una que le fuera bien el zapatito.
Al fin llegaron a casa de Cenicienta, y claro está
que sus hermanastras no pudieron calzar el zapato, pero cuando se lo puso
Cenicienta vieron con estupor que le entraba perfecto. Y así sucedió que el rey
se casó con la joven Cenicienta y vivieron muy felices.
Este cuento es un clásico al igual que Blanca Nieves
entre otros. Pero a diferencia de Blanca Nieves que sí proviene de una casa
real, Cenicienta no pertenecía a ninguna aparte de ser huérfana. En el mundo de
Disney la consideran una princesa solamente porque se casó con el príncipe o rey que
se enamoró de ella. Pero no hay problema con eso, Cenicienta es una chica
humilde y buena, aparte de tener una enorme belleza que atrapó al príncipe o rey.
La ingenuidad del rey se pudo ver al momento de
tener la idea de buscar a la chica que acaba de conocer en su fiesta con tan
solo un zapato que tienen que probarse. Si hubiera otra chica que de verdad le
quedara perfectamente el calzado, el final sería diferente y muy malo para la
pobre Cenicienta. Además esa idea de casarse con la dama que le quede el zapato
es algo tonto. Si la seleccionada resulta ser muy fea como las hermanastras de
Cenicienta, el príncipe sería tan tonto en casarse con ella sabiendo que no la
ama. Para la suerte del cuento, terminó bien haciendo que Cenicienta se quede
con su príncipe o rey.
No hay comentarios:
Publicar un comentario