Marta, Juanito y Perico eran hermanos que compartían una misma cama. Cierta noche, se quedaron dormidos y ya verán lo que soñaron:
- Hola, amiguitos – les saludó un extraño personaje, - Soy Felipe el duende.
Y como veo que no tienen ganas de dormir, los invito a dar un paseo inolvidable. Puedo volar y ustedes volarán también junto conmigo. ¡Adelante!
¡Esta es la nave pirata del capitán Mano de Hierro!
– dijo Felipe el duende. ¡Pobre del que caiga en su poder! Lo mejor que puede
ocurrirle será que tenga que pagar un fuerte rescate. Seguiremos volando por
este cielo azul, y dentro de poco estará a nuestra vista la legendaria tierra
de Floridabella, que es la más hermosa que existe en todos los continentes. Ya
llegamos … ¡Aquí está ya!
¿Hay guerra en Floridabella? – preguntó Juanito.
– Nos están disparando desde tierra – exclamó Martita. – acabo de recibir un golpe debajo de la espalda.
- ¡Yo también! – gritó Perico – y ya no puedo volar. ¡Auxilio, nos caemos!
Así era. Los tres hermanitos veían eliminada su capacidad de volar y caían sobre el bosque.
El único que siguió volando fue el duende Felipe quien se perdió de vista.
– Nos están disparando desde tierra – exclamó Martita. – acabo de recibir un golpe debajo de la espalda.
- ¡Yo también! – gritó Perico – y ya no puedo volar. ¡Auxilio, nos caemos!
Así era. Los tres hermanitos veían eliminada su capacidad de volar y caían sobre el bosque.
El único que siguió volando fue el duende Felipe quien se perdió de vista.
Varios niños traviesos cubiertos con pieles de
animales, habían sido los causantes del forzoso aterrizaje. De pronto, ellos,
junto con Marta, Juanito y Perico fueron hechos prisioneros del gran jefe Ojo
de Buitre, el más terrible piel roja del lugar.
- ¿Por qué nos haces esto? – le preguntó Martita.
– Porque me imagino que ustedes son miembros de la banda del Pirata Mano de Hierro, mi mayor enemigo, dijo el gran jefe.
– Nosotros ni conocemos a Mano de Hierro, contestaron los asustados niños.
- ¿Por qué nos haces esto? – le preguntó Martita.
– Porque me imagino que ustedes son miembros de la banda del Pirata Mano de Hierro, mi mayor enemigo, dijo el gran jefe.
– Nosotros ni conocemos a Mano de Hierro, contestaron los asustados niños.
El piel roja se echó a llorar desconsolado. Contó
que aquel pirata había secuestrado a su hija. ¡A su querida hija! Había llevado
a la linda Ojo de Perdiz hasta una isla solitaria.
Desde esa isla, el pirata pedía dinero todos los días por el rescate.
– ¡Ay, ay, ay! – gemía Ojo de Buitre.
- ¿Y tú, le das siempre dinero? – Claro, todos los días. Pero cada vez pide más, y no me devuelve a mi hija. He gastado ya todo lo que tenía. El pirata bandido le ha asegurado al cartero, Genio Pillo Amarillo, que el día que no reciba dinero, ese mismo día lanzará a mi bella hija al lado de los cocodrilos. ¡Ay, ay, ay!
Desde esa isla, el pirata pedía dinero todos los días por el rescate.
– ¡Ay, ay, ay! – gemía Ojo de Buitre.
- ¿Y tú, le das siempre dinero? – Claro, todos los días. Pero cada vez pide más, y no me devuelve a mi hija. He gastado ya todo lo que tenía. El pirata bandido le ha asegurado al cartero, Genio Pillo Amarillo, que el día que no reciba dinero, ese mismo día lanzará a mi bella hija al lado de los cocodrilos. ¡Ay, ay, ay!
El pirata Mano de Hierro era un malvado: todas las
riquezas que con sus asaltos atesoraba las escondía en el tronco hueco de un
viejo árbol. Allí estaba toda la fortuna que le había quitado al infeliz Ojo de
Buitre. También estaban los ahorros de todos los parientes del piel roja, que
éstos le entregaron con sus joyas, y toda cosa de valor que sirviese para
alargar la vida de la niña Ojo de Perdiz. Para el pirata, nada de los que
recibí era bastante.
De pronto apareció Felipe, el duende, y entonces
recibió el pirata algo más de lo que nunca hubiera pensado.
- ¡Defiéndete, cobarde Mano de Hierro! – le gritó Felipe, y se dispuso a luchar para acabar para siempre con las fechorías del bandolero. Y como Felipe era muy bueno, y además manejaba muy bien su espada, luchó con el pirata Mano de Hierro hasta que éste resbaló y cayó al mar, desapareciendo para siempre.
- ¡Defiéndete, cobarde Mano de Hierro! – le gritó Felipe, y se dispuso a luchar para acabar para siempre con las fechorías del bandolero. Y como Felipe era muy bueno, y además manejaba muy bien su espada, luchó con el pirata Mano de Hierro hasta que éste resbaló y cayó al mar, desapareciendo para siempre.
Los compañeros del pirata huyeron despavoridos y así
a Felipe le fue muy fácil liberar a la linda Ojo de Perdiz y devolverla a su
padre junto con todos los tesoros entregados en vano al pirata para rescatarla.
El jefe piel roja estaba feliz y deseaba recompensarlo, pero Felipe le dijo con toda razón:
“La mejor recompensa es saber uno mismo que ha obrado bien”.
El jefe piel roja estaba feliz y deseaba recompensarlo, pero Felipe le dijo con toda razón:
“La mejor recompensa es saber uno mismo que ha obrado bien”.
Luego, regresó a casa con los tres niños, y luego de
acostarlos desapareció.
– Miren – dijo Marta, - allí va la nave de la ilusión. Antes de despedirse, me ha dicho que en ella podrán viajar todos los niños, y que volverá para que le acompañen los que se lo ganen por haber sido buenos.
– Miren – dijo Marta, - allí va la nave de la ilusión. Antes de despedirse, me ha dicho que en ella podrán viajar todos los niños, y que volverá para que le acompañen los que se lo ganen por haber sido buenos.
Terminado el cuento, podemos decir que se parece
muchísimo a Peter Pan. Obviamente Peter Pan está basada en esta historia ya que es muy similar con respecto a la trama.
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